Jueves 27 de diciembre
Son casi las 19 horas y estamos en primera línea de playa (36.562200;
-4.836430) a unos 12 km al sur de Marbella. Frente a nosotros el mar Mediterráneo.
Es un aparcamiento junto a un restaurante y como siempre en estas fechas de diciembre,
lleno de autocaravanas extranjeras impresionantes, como autobuses que se deben
de pasar todo el invierno apalancadas aquí. Pero, ¡qué generosos somos!. Y pienso una vez más, más de lo mismo:
cualquier día pasamos de la permisibilidad absoluta y completa a la prohibición
más extrema. El paso intermedio, la regulación, no existe. Así somos. Hoy,
mientras paseábamos por esta playa a cuya orilla se alinean restaurantes y espectaculares
casas de playa, pensábamos en qué nos quedaría a nosotros para cuando yo, en
dos años me jubilara. Lo mismo un gueto, como el que vimos ya el año pasado y
que hoy hemos dejado atrás cerca de Aguilas. Un área para autocaravanas en una
gasolinera y con vistas a la carretera. . No deja de ser impactante su
localización cuando Aguilas goza de unas espectaculares y hermosas calas con
playas solitarias y más ahora, en diciembre.
Pero no me pierdo y comienzo por el principio
Miercoles 26 de diciembre
Este año nuestro destino sería el Sur, concretamente Málaga que tocamos años atrás, en el 2013, (http://angeles-malagagranada.blogspot.com/) ya que el destino principal de nuestro viaje sería el Desfiladero de los Gaitanes, el caminito del Rey, que en aquel entonces era para locos suicidas. Aquella vez y desde la carretera solo pudimos observar los restos del puente que unía dos inmensas losas de este desfiladero. No pudimos imaginar que tan solo cinco años después pasaríamos sobre él.
Y sin pensarlo mucho decidimos que este sería nuestro destino navideño.
El tiempo corre deprisa, y más para nosotros por nuestra edad y como decía
alguien antes que yo: cuando me dicen que estoy mayor para hacer alguna cosa,
me doy prisa en hacerla.
Así que en la mañana del miércoles pusimos rumbo sur, hasta Ardales, en
concreto el restaurante “el Kiosko” junto al embalse. De allí se partía para
hacer el desfiladero, y allí también podríamos aparcar para hacer la noche.
Solo tendríamos un problemilla: no teníamos entradas. Un mes antes intenté
conseguirlas (http://www.caminitodelrey.info/es/#3) pero
hasta febrero estaban todos los días completos, pero una llamada de teléfono me
descubrió que todas las mañanas a las 9,
cuando abren las taquillas, ponen a la venta 50 entradas, así que madrugando
era posible comprar alguna.
Cuando llegamos, al atardecer, el aparcamiento junto a este restaurante
estaba prácticamente vacío. Aunque el tamaño de las plazas era muy justo, no
aptas para autocaravanas de más de 6 metros, a unos 100 metros pasado el
restaurante había unas tres plazas un poco mayores (36.932578; -4803074).
Y pese a que estaba vacío, nos costó aparcar porque ya tenemos la
experiencia de que en sitios complicados donde hay una gran afluencia de público,
como parecía que podía ser el caso, la
gente no suele pensar en los demás, y menos en nosotros. Así que tenemos que
aparcar pensando en la salida y en lo que podrían hacer otros visitantes, como
no dejarnos entrar por la puerta del habitáculo si se acercaban demasiado. Una
vez que nos decidimos, nos fuimos a dar
un breve paseo hacia el otro lado de la presa, acompañados ya por la oscuridad
de la noche y las luces de las farolas.
Al poco de regresar de nuestro paseo se unieron tres camper más y más
tarde un turismo.
El caminito. Mijas. (Jueves 27 de diciembre).
Nos despertamos a las 6,45.Habíamos puesto el despertador media hora
después ya que tendríamos que salir a las 8 si queríamos llegar media hora
antes de que abrieran las taquillas y estábamos a casi 3 kilómetros de ellas.
Era noche cerrada y partiríamos cuando comenzara a clarear.
Después de desayunar ligero, alrededor de las 8,10 tomamos nuestro
camino. Comenzaba ya a clarear y la tenue luz del amanecer nos acompañaba.
Junto al restaurante, atravesamos un túnel de piedra y giramos a la derecha
introduciéndonos en un bosque de pinos por un camino en bastante buen estado
que discurría por la ladera. Había niebla y no había amanecido aún.
Y llegó la primera sorpresa: un zorro solitario que debía andar en
busca de su desayuno y que ni siquiera se inmutó cuando Angel sorprendido llamó
varias veces mi atención ya que yo no lo había visto. Pasó paralelo al camino a
escasos metros de nosotros con una tranquilidad total y absoluta. Pasmados nos
quedamos. ¿Será verdad eso de que a partir de los 50 años nos vamos haciendo
invisibles?. En nuestro caso, Angel sobrepasa ya los 60 y yo me acerco
peligrosamente a ellos. Sea por lo que fuera, disfrutamos de un precioso regalo
de navidad. Nunca habíamos visto un zorro tan de cerca. Incluso pude ver el
tono oscuro de su pelaje a la perfección lo que llamó mi atención ya que cuando
alguna que otra vez habíamos tenido la
oportunidad de verlos, había sido en época estival y recordaba un pelaje más
dorado.
En completa soledad acompañados por la niebla y dejando el río a
nuestra izquierda, fuimos comiendo los kilómetros que nos separaban de la
taquilla. Unos 15 minutos antes de las 9 estábamos ya en la fila. Pude contar unas
20 personas. No habría problema. Casi
todos los que allí estaban habían llegado por otra senda, que creo que sale del
restaurante “el Mirador” y que tiene unos 1,5 kilómetros mientras que nosotros
habíamos andado uno más, pero nos dijeron que era la senda original del
caminito así que nos pareció bien hacerla a parte de disfrutar de un hermoso y
solitario paseo que añadiría mayor belleza al recorrido.
Pasados quince minutos de las 9 abrieron las taquillas. La niebla no se
había disipado aún y pensé que de abrir lo haría posiblemente al final de la
senda.
Antes de entrar nos fueron reuniendo por grupos, dándonos unas breves instrucciones, un gorrito y un casco y a caminar.
El caminito del Rey se trata de una senda de unos 6 km de longitud donde aproximadamente 2 son pasarelas
colgadas sobre el vacío, ancladas en la roca, y por aquí comenzamos por lo que
ya el espectáculo estaba garantizado. Además la niebla empezó a disiparse y pudimos disfrutar durante todo el camino de
una luz clara y transparente.
Ante nuestros pies se abrieron pasarelas de madera suspendidas sobre un
profundo y estrecho desfiladero con el agua al fondo. Un tremendo tajo parecía
haber separado dos inmensas moles de granito. Fuimos desgranando los metros por
los que volábamos sobre este vacío y poco a poco nos fuimos separando unos de
otros dejando espacio entre nosotros.
Las vistas eran espectaculares y no aptas para los que padezcan de vértigo. Cada
recodo nos sorprendía abriendo ante
nuestros ojos un horizonte de
gigantes de piedra y pasarelas que en algunos tramos superan los 100 metros de
altura y por los que, al igual que hormiguitas, se distinguía a la gente.
Pegados a las graníticas paredes fuimos circulando lentamente, emocionándonos
por lo que íbamos descubriendo paso a paso, por la impresionante obra de
ingeniera que había posibilitado el que
ahora nosotros estuviéramos allí.
A principios del siglo XX, los propietarios de los la Sociedad
Hidroeléctrica del Chorro necesitaban un acceso para facilitar el paso de los
operarios de mantenimiento, transporte de materiales y vigilancia. El camino
comenzaba junto a las vías del ferrocarril y recorría el Desfiladero de los
Gaitanes. Las visitas a la zona se hicieron frecuentes mientras estaba el
embalse en construcción entre 1914-1921, y muchas personas interesadas en el proyecto
lo recorrieron dada la gran belleza que se podía contemplar. A la finalización
de las obras, en 1921, el rey Alfonso XIII presidió la inauguración de los
Embalses, cruzando para ello el camino previamente construido, o al menos lo
visitó. Y desde entonces, se le empezó a llamar Caminito.
Y pasamos del cielo a la tierra de nuevo y nos adentramos en un valle. Discurríamos ahora por una ancha y cómoda senda de tierra arbolada. Al otro lado del desfiladero las vías del tren, por las que al poco tiempo apareció uno, saliendo de la nada, de un túnel excavado en la roca.
Continuamos por esta senda de tierra dejando a nuestra derecha una especie de canal de agua para introducirnos de nuevo en la magia de las pasarelas, en el vértigo y en el vacío. De nuevo volvimos a caminar suspendidos sobre la nada.
La sensación de profundidad era aquí mayor si cabe y de forma inconsciente me descubría apretada a las paredes de piedra, alejándome lo que podía de ese vacío que tan solo unos años atrás debió de formar parte de una pesadilla y que ahora se había transformado en una hermosa realidad.
Y es aquí, tras una curva, donde aparece la mítica imagen del puente uniendo dos impresionantes moles de piedra estratificadas, dos gigantes que se elevan hacia el cielo y que hunden sus pies en el agua, el denominado “balconcito de los Gaitanes”.
El paso del tiempo y la falta de mantenimiento lo deterioraron mucho: casi todo el recorrido carecía de barandilla y tenía segmentos derrumbados, quedando sólo la viga de soporte.
Precisamente su peligrosidad fue uno de los factores que contribuyó a su fama. Muchos excursionistas se dirigían a El Chorro para recorrer el Caminito. También a su zona de escalada, una de las más importantes de Europa. Esto propició numerosos accidentes a lo largo de los años, algunos mortales, y acrecentó su leyenda negra.
La Junta de Andalucía cerró los accesos al camino demoliendo su sección inicial, pero esto no consiguió detener a los excursionistas que seguían encontrando la manera de acceder a él. Ni siquiera la imposición de 6.000 euros de multa por transitar o acceder a él por las vías y los túneles de tren.
Y es aquí donde se observaba mejor el antiguo camino que quedaba abajo. Se ven los agujeros que los suicidas que se aventuraban por aquí tenían que salvar, y es cerca de este punto donde aparecen dedicatorias y homenajes a jóvenes que se habían dejado la vida aquí. Algo incomprensible para nosotros, pero que evidentemente si tenía sentido para ellos. Dos placas en dos sitios distintos recuerdan a cuatro fallecidos, un alemán, y tres españoles.
Y mientras escribo esto la noche ha caído ya y cerramos los
oscurecedores. Oímos el batir rítmico y suave de las olas al morir en la playa.
Una delicia.
Atravesamos el Balconcillo de los Gaitanes, el mismo que fotografiamos
cinco años atrás desde abajo. Este puente une los dos lados del desfiladero y las
vistas desde aquí son increíbles. No aptas para los que sufran de vértigo.
Ya al otro lado solo nos quedaba arañar los últimos metros bajando
peldaños estrechos y pasarelas que escalaban la pared y que están clavados a
ella hasta depositarnos al final en tierra firme.
Un kilómetro más hasta dejar nuestros cascos a los que sumamos 300 metros hasta el autobús lanzadera. 1,55 euros que nos dejó en poco más de 15 minutos en el restaurante “el Kiosko”, donde todo había empezado.
Pero ahora era una locura de coches. Aparcados por las cunetas, llenando
cualquier espacio por imposible que pareciera, no había ni un solo espacio. Y
según nos acercábamos, pudimos ver que un turismo se había colocado delante de
nosotros impidiendo nuestra salida. Angel se desencajó pero su dueña estaba
allí, manteniendo una despreocupada conversación con otro conductor que cerraba
a su vez a nuestros vecinos de la noche anterior. Aunque Angel se enfadó mucho
ya que no comprendía que la gente pudiera hacer eso, sin mayores problemas
retiraron su coche y marchamos de allí rumbo a Ardales a buscar un supermercado
donde comprar principalmente pienso para nuestra amiga peluda, que habíamos
olvidado en casa, aunque ella prefería compartir nuestra comida.
Ardales no tenía nada que destacar, un pueblo blanco más, pero más bien soso así que tras efectuar nuestra compra pusimos rumbo hacia el castillo Monumento de Colomares, en Fuengirola.
Una vez allí y a unos 500 metros, una señal que limita la longitud nos impide descender. Buscamos una alternativa a través del google map, pero había que dar mucha vuelta sin saber lo que nos podríamos encontrar, así que desistimos de ir a ver un castillo “curioso” pero sin, al parecer, más valor que su arquitectura del siglo pasado algo ecléctica fruto de un capricho de un peculiar señor (o a lo mejor me consolé diciéndome esto). Así que pusimos rumbo a Mijas.
Así comenzamos el ascenso por una estrecha y tortuosa carretera y unos 2 kilómetros antes de llegar nos paramos para comer. Después decidimos no descansar y visitar la ciudad para bajar a dormir a la playa. Las horas de luz a estas alturas del año son muy limitadas así que preferimos continuar.
Tenía localizados en park4night dos aparcamientos en Mijas, pero para llegar a ambos teníamos que atravesar la localidad. Por más que intenté darle otro camino, no lo conseguí y una y otra vez me marcaba el mismo. Y en Mijas cometimos el error. En la primera glorieta nos fuimos a la izquierda siguiendo las instrucciones del navegador. A la vuelta descubrimos que deberíamos haber continuado recto, por una carretera que circunvala la localidad.
Lo cierto es que nos introdujimos en el mismo corazón de la villa por calles que cada vez parecían estrecharse más, como en una pesadilla, hasta que llegamos a un punto donde teníamos que girar a la derecha y circular por una calle también muy estrecha. Angel se bajó a ver y preguntar, y mientras formamos un bonito tapón por delante y por detrás. Pero la gente pareció comprender lo que podría estar pasando y nadie se quejó. Nos dijeron que podíamos continuar sin problema y así lo hicimos no sin antes plegar los retrovisores.
Conseguimos circular bien por esta calle pero el giro lo hicimos muy justitos y solo tenemos 6 metros de longitud. Dudo de si una de 7 lo hubiera conseguido y añado que no existía ninguna señal que avisara.
Tengo que reconocer que no me había visto en una igual, pero que también tuvo su “aquel”. Circular por estrechas callejuelas a cuyos lados se levantaban encaladas paredes blancas, tuvo su magia. No me asusté. No sé si porque estaba recién llegada de Costa Rica donde nos habíamos visto atravesando ríos con cocodrilo incluido (pequeñito, sí, pero cocodrilo) circulado por pistas forestales junto a camiones de cinco ejes durante 30 kilómetros con lluvia y niebla, o pasando ríos crecidos en una excavadora junto con el conductor del taxi y nuestro equipaje, (como alternativa a pasar con las mochilas sobre nuestras cabezas y el agua por la cintura) para poder llegar a un aeródromo y tomar una avioneta que nos devolviera a la civilización. (https://angeles-costarica.blogspot.com/). Esto había pasado a ser, anecdótico, solo eso.
Salidos ya de este laberinto conseguimos aparcar en la carretera y tras caminar unos 10 minutos llegamos al corazón de esta bonita ciudad. Habíamos ido dejando atrás callejuelas encaladas y pintadas de colores con tiestos y geranios, originales decoraciones navideñas con plásticos reciclados, y espectaculares vistas hacia el mar, ya que Mijas se encuentra colgada de la ladera de una montaña mirando hacia el mediterráneo. Y a esta hora de la tarde la luz del sol la bañaba resaltando su belleza.
Pero tengo que decir que las vistas hubieran sido idílicas de no existir tanto ladrillo. Supongo que 40 o 50 años atrás debieron ser hermosas. Ahora, asomados a este peculiar balcón, contemplábamos una costa llena de casas, edificios de varias alturas, carreteras,...¡qué destrozo!. Pero parece que ya voy asumiendo esto y aunque me dan ganas de salir corriendo, todavía resisto e intento sacar algo de belleza a estas vistas, que indudablemente la tienen aunque a mi me cueste más encontrarla.
Llegamos hasta la plaza de toros, curiosa y bonita, nos asomamos a unos jardines cercanos y a las vistas que se contemplaban desde ellos y decidimos regresar. El reloj de la plaza de la Constitución asustó a Tula marcando las 5 de la tarde. Las terrazas estaban cuajadas de guiris de todos los colores disfrutando de su cerveza o a lo mejor de su cena. Mijas, hermosa localidad pero que con el turismo ha perdido su identidad, o al menos eso me parecía a mi. A lo mejor los días de lluvia y frío lo recuperaba.
Teníamos una hora de luz, así que de regreso a la autocaravana pusimos rumbo a donde estamos ahora. Por el camino nos adelantó un “autobús” suizo, una Cartago enorme que justo nos encontramos donde estamos y que cogió el único sitio que aparentemente quedaba o en el que cabía.
Pero nuestro tamaño nos permitió colocarnos al lado de unos británicos junto a la vieja torreta y en primera línea.
Y salimos a dar un paseo disfrutando de una hermosa puesta de sol
(Sabado 29 de diciembre)
Han transcurrido tres días. Y sí, estoy segura de que he escrito, pero no sé qué he hecho con ello, posiblemente no lo haya guardado convenientemente o lo he archivado en algún sitio raro y como utilizo el open office desconozco como recuperarlo. Sea por lo que fuere, después de más de media hora buscándolo, he decidido desistir y volver a escribirlo.
Ojem. Puerto Banús. (Viernes 28 de diciembre)
Noche estupenda y mañana espléndida que nos regala un sol que lo
ilumina todo y una temperatura envidiable. Decidimos ducharnos y dirigirnos después al camping Buganvilia
para cargar y descargar agua. No hemos
encontrado ningún otro sitio cercano donde poder realizar esta operación. Así
que después de los aseos respectivos nos acercamos hasta allí. Por 5 euros podemos
hacer la operación. No es que sea barato, pero tampoco podemos elegir.
Llevábamos dos días completos y hasta
mañana no tendríamos la posibilidad de llegar a ninguna área, la más cercana en
Casares, para lo que nos tendríamos que introducir algunos kilómetros hacia el
interior desde Estepona. Quizás muy
justos.
La operación de llenado de agua, relativamente “fácil”, aunque un
campista nos tuvo que prestar su manguera y unas tenazas para poder abrir el
grifo del agua. La de vaciado de negras, fácil, y sin comillas, pero no fuimos capaces de encontrar el vaciado
de grises, así que tuve que preguntar a un empleado que me envió al lugar donde
se lavaban los coches, a un extremo del camping, pero, si bien la entrada era justa, la salida, y marcha atrás
era complicada ya que una ranchera sueca aparcada me dejaba el espacio más que
justo para maniobrar y cuando así se lo
comenté al empleado, no me hizo mucho caso. Además el camping al ser antiguo no
estaba bien preparado para que circularan autocaravanas con calles son estrechas y en las esquinas
había árboles que complicaban mucho el
giro.
Así, para ir a buscar el lavadero evitando los árboles que no nos
permitían el giro, teníamos que dar la vuelta a todo el camping hasta la
recepción y en nuestro camino encontramos una rejilla estratégicamente situada.
No lo pensamos mucho y apuntamos bien para desaguar. Pero nos vio una empleada que
llamó nuestra atención. Le explicamos lo que pasaba y que era agua con jabón sin malos olores que pudieran molestar a nadie y la invitamos a comprobarlo. Marchó
convencida -o al menos eso nos pareció- así que después de la operación y abonar su
importe, pusimos rumbo a Ojem a
donde llegamos por una cómoda carretera de tres carriles.
Descubrimos esta localidad a nuestra derecha, pintando de color blanco
la ladera de una montaña por la que sus casitas ascendían y se adosaban a ella,
contrastando con el verde circundante.
Nos asustamos cuando para llegar al aparcamiento –grande y cómodo- tuvimos que
descender por una pronunciada bajada. Luego comprobamos que
pese a que era muy inclinada salir por ella no ofrecía mayor dificultad.
A partir de aquí comenzamos a ascender por tortuosas y estrechas callejuelas
de encaladas paredes, con sus macetas, sus geranios...Un lugar muy tranquilo y
agradable.
Llegamos a su plaza con una fuente antigua de dos caños y otra que parecía más moderna donde a ambos lados se alineaban multitud de chorros.
Llegamos a su plaza con una fuente antigua de dos caños y otra que parecía más moderna donde a ambos lados se alineaban multitud de chorros.
Decidimos subir a las cuevas, quizás lo más destacado de la localidad,
así que comenzamos a escalar por sus calles.
De origen cárstico, se utilizaron como refugio para animales y almacenaje de forrajes y alimentos.
Las encontramos en una pared junto a la carretera. La que está en la parte baja está rehabilitada para uso cultural, y en las altas hay un mirador. Nos sentamos unos instantes en los bancos disfrutando de unas cautivadoras vistas en las que el azul del mar, el verde de la montaña y la costa de Marbella de combinaban formando un hermoso paisaje al que se sumaba el pueblo blanco con sus dorados tejados que se extendía a nuestros pies.
De origen cárstico, se utilizaron como refugio para animales y almacenaje de forrajes y alimentos.
Las encontramos en una pared junto a la carretera. La que está en la parte baja está rehabilitada para uso cultural, y en las altas hay un mirador. Nos sentamos unos instantes en los bancos disfrutando de unas cautivadoras vistas en las que el azul del mar, el verde de la montaña y la costa de Marbella de combinaban formando un hermoso paisaje al que se sumaba el pueblo blanco con sus dorados tejados que se extendía a nuestros pies.
Tras disfrutar de estas espectaculares vistas sobre el valle iniciamos el descenso hasta recoger nuestra autocaravana y salir de este pueblo blanco para descender hacia Puerto Banús. Cuando en el año 2013 estuvimos por aquí, no nos dio tiempo a acercarnos quedándose pendiente. Ahora era el momento.
Intentamos aparcar cerca, pero no encontramos ningún sitio así que nos
vimos obligados a desplazarnos unos dos kilómetros hacia el sur a una zona que
parecía de reciente construcción. Y allí, en el paseo marítimo dejamos nuestra
autocaravana junto a otras.
Paseamos disfrutando
de un maravilloso día de sol. Las terrazas se llenaban de gente: los locales a
tomar el aperitivo, y los extranjeros, a comer ya que eran las 13 horas.
Al llegar a una
desembocadura o rambla, tuvimos que abandonar este paseo marítimo para caminar
por urbanizaciones de viviendas a cada cual más bonitas. Ninguna desentonaba.
Todas construidas con mimo y gusto, rodeadas de jardines, mucha tranquilidad. Y
ningún comercio hasta que llegamos al hotel Guadalpín de 5 estrellas en cuya
puerta encontramos aparcados ferraris, mustang y algún que otro coche lujoso.
Salimos de nuevo a la playa caminando ahora por un paseo de tierra prensada que dejaba la playa a nuestra derecha y urbanizaciones impresionantes con salida directa a la playa a nuestra izquierda.
Y me resultó más que curioso que el idioma que más oía no era el inglés, o alemán o francés si no alguna lengua de países del este, posiblemente ruso.
Un espectacular edificio de una arquitectura muy peculiar y forrado por
completo de mármol nos dio la bienvenida a lo que parecía la entrada a la zona
más noble de Puerto Banús.
A partir de aquí, restaurantes, uno tras otro con menús cuyos precios
no bajaban de los 20 euros.
Al final, un callejón nos depositó en el puerto deportivo. Yo me fijé en lo que tenía de frente: un yate de difícil calificativo. Creo que solo en Venecia vimos otro mejor que tenía una helicóptero incluido. Este no llegaba a eso, pero poco le faltaba.
Al final, un callejón nos depositó en el puerto deportivo. Yo me fijé en lo que tenía de frente: un yate de difícil calificativo. Creo que solo en Venecia vimos otro mejor que tenía una helicóptero incluido. Este no llegaba a eso, pero poco le faltaba.
Angel después de desembocar
en el callejón y tener de frente este más
que lujoso yate, tardó en procesar lo que estaba viendo y cuando lo hizo me
fijé en su enorme cara de sorpresa y en su exclamación, lo que me produjo un
ataque de hilaridad. Mi risa nerviosa.
Después, sumergidos en este aparente lujo con una hilera de yates a un lado y lujosas tiendas de marca y restaurantes a otro paseamos fascinados como si lo hiciéramos por un mundo irreal, que nos resultaba completamente ajeno y lejano. ¡Así que era verdad que esto existía y no solo aparecía en las películas!.
Entre todos los puestos del puerto, me detuve en uno que vendía AOVE y
me ofrecieron para probar un aceite que había sido premiado. En frío su olor
era excelente y su sabor también. Suave, equilibrado y para paladares
sencillos. Muy bueno y su precio no me pareció alto.
Contrastando, jóvenes de color que ofrecían sus mercancías, -copias de
marcas- a los turistas que por allí paseábamos. Me cruce con una joven en cuyo
cinturón figuraba la marca de Yves Saint Laurent ¿sería de verdad o una imitación comprada a
estos manteros?. Mi ignorancia y
desinterés absoluto por este “mundillo”
no me permite distinguir lo auténtico de la imitación, y dicho sea de paso, ni
falta que me hace.
Iniciamos el regreso reflexionando sobre lo que Angel y yo
hablamos el día anterior. Y es que
consideraba que en mi vida había hecho mayoritariamente lo que me había apetecido. Con sus limitaciones, claro,
pero razonables. Y ahora, con menos obligaciones, más. Disfruto y he disfrutado
de la vida. He hecho cosas, muchas y por ahora he dejado pocas por hacer y en
mi camino no me arrepiento de nada. Ni de lo bueno, con lo que he disfrutado,
ni de lo malo, que me ha enseñado, me ha ayudado a crecer y me ha traído a
donde estoy. A lo mejor es que no pido mucho a la vida y me conformo con lo
poco que tengo, pero me siento bien. Solo echo de menos no haber podido acceder
antes a ciertas cosas que he descubierto que me producen placer o felicidad,
para haberlas disfrutado más. Pero solo eso. Si me diera un pampurrio mañana podría
decir que he hecho mucho más de lo que he dejado de hacer y me puedo dar por
satisfecha. En fin, que no envidiaba tanto lujo y ostentación.
Quizás retomé estas reflexiones al observar a un grupo de tres personas
que salieron del hotel de cinco estrellas. Una de ellas iba en bañador y con las zapatillas
del hotel, que por cierto, eran iguales que la de los hoteles de menor categoría
–a no ser que llevaran la marca de un diseñador oculta a simple vista- Nos
preguntamos a donde irían así y si no tenían para otro tipo de calzado porque
las zapatillas no parecían muy cómodas. En fin, que entre estas reflexiones,
acertadas o no, regresamos. Y tengo que confesar que a mi al menos se me hizo
pesado. Habíamos salido alrededor de las 13 y pasaban ya 10 minutos de las 15.
Nuestro primer destino resultó un fracaso total y pudimos tener un
problema serio. El navegador nos introdujo por una urbanización con calles de
ancho justo hasta desembocar frente a un campo de golf en la misma playa. Pero aquí
la calle se abría en “T” y habían colocado una especie de bordillo cuya altura
se aproximaba, cuando no superaba, los 20 cm de altura. Angel dudo de que pudiéramos girar. A la
izquierda, por donde debíamos salir, el giro era prácticamente imposible. A la derecha, podría ser, así que el
siguiente paso era averiguar si en algún sitio podríamos dar la vuelta sin
quedarnos atrapados. Angel se acercó a comprobarlo y confirmó que el giro era
posible. Había una pequeña explanada en la misma playa que luego, con
tranquilidad ya, supimos que era el sitio indicado en park4night para pasar la
noche. Sinceramente, no nos quedaron ni
ganas de mirar, solo de salir corriendo de esa “ratonera”.
Dos sustos en 48 horas. Pusimos rumbo al siguiente aparcamiento
señalado por la misma aplicación, donde
estamos ahora, y por segunda vez. Está
junto a un chiringuito, Torre Veleño y en la misma playa con unas vistas
excepcionales abiertas al Mediterráneo (36.447364; -5.089065). A nuestra izquierda hemos visto ya la
singular silueta del Peñón de Gibraltar dibujándose en la lejanía. Estábamos
solos, pero a 100 metros escasos había una urbanización habitada, así que no
nos preocupamos más allá de lo necesario. Luego, a lo largo de la noche se nos
unieron dos autocaravanas más. El ruido
de la cercana autovía deslucía algo el sitio, pero tengo que decir también que
por la noche apenas lo pude oir.
Gibraltar. (Sabado 29 de diciembre)
Noche tranquila, mañana nublada. Amanece justo frente a nosotros pero
las nubes nos impiden disfrutar de este amanecer.
Después de desayunar dimos un breve y muy agradable paseo por la playa
observando como siguen construyendo como locos y por supuesto, viviendas de
lujo.
Ayer habíamos decidido dirigirnos directamente a Gibraltar ya que valoramos
ir a Casares pero seguramente nos encontraríamos con otro bonito pueblo blanco
de estrechas y tortuosas callejuelas en donde se alineaban blancas casitas con
sus geranios y cactus. Valoramos también ir a los baños de la Hedionda, pero
leí que el agua estaba fría, así que ahora en diciembre, el tiempo no invitaba
a su visita por lo que decidimos dirigirnos directamente a Gibraltar y luego
por la tarde buscaríamos una bonita playa donde pernoctar iniciando el regreso al día siguiente.
Y así lo hicimos aunque intentamos primero ir al Mercadona de Estepona
para hacer la compra de nochevieja. Pero…no encontramos ningún aparcamiento
exterior, así que cambiamos al Carrefour, por el que habíamos pasado. Y aquí
topamos con un hermoso gálibo. ¡Que les den!. Así que dejamos Estepona atrás para
poner rumbo a la Línea de la Concepción
aunque la suerte quiso que nos encontráramos con un Mercadona en la misma
carretera donde hicimos la compra con mucha comodidad.
Continuamos rumbo sur y al subir una pendiente de la autovía apareció
la marcada silueta del Peñón que impresionaba. Alrededor de las 12 llegamos al
campo de futbol de la Línea, donde hay un estacionamiento para autocaravanas
cercano a la frontera. 5 euros por 24 horas aunque como le dijimos que solo vamos a estar unas tres, únicamente nos cobró
3 euros.
Y tengo que confesar que según caminábamos hacia la frontera, con la
omnipresente figura del Peñón a nuestra izquierda, aumentaba mi enojo. No les
tengo mucha simpatía a los británicos y esto no contribuía a que yo cambiara de
opinión. Además recordaba la reciente noticia sobre que los griegos habían
reclamado que les devolvieran los restos del Partenón a lo que ellos se habían
negado. Lógico, porque ¿qué podrían visitar en el Museo Británico los turistas
si cada país se llevara lo que es suyo y que ellos han expoliado?. No fuera a
cundir el ejemplo.
En poco más de diez minutos estábamos en “ the border”, enseñamos los DNI y el
pasaporte de Tula y sin mayores problemas, entramos.
Y descubrimos otro mundo. Y es de admirar cómo se resisten a perder o
dejar al margen aquello que contribuye a marcar su identidad británica. Nada
que pudiera parecer español estaba presente, excepto en algún caso excepcional
el idioma escrito. Bobies, señales,
cabinas, moneda...todo hablaba de que estábamos sin lugar a dudas en territorio
británico.
Tomamos un autobús que por 6 euros los dos ida y vuelta nos dejó en la
plaza del reloj, donde empezaba la avenida principal de la ciudad. Este autobús
cruza la pista del aeropuerto y al regresar estuvimos retenidos esperando el
despegue de un avión.
Fortificaciones de la antigua
ciudad nos dieron paso a la calle principal, peatonal y muy concurrida a estas
horas y paseamos por ella hasta el final. Su único atractivo fueron las
numerosas tiendas de licores, tabaco, ropa, y joyerías en cuyos escaparates
brillaban los diamantes. Así que como nosotros ni fumamos, ni bebemos y
nuestros amigos tampoco, y lo de los diamantes, como que no, nos fuimos sin
comprar nada. Y entre estos comercios aparecían también pub y restaurantes con sus menús en perfecto inglés
y casi como único idioma.
Deshicimos nuestros pasos hasta la parada del autobús (los números 5 ó 10
llevan hasta la frontera) y lo tomamos. Por cierto añadir que no hay problema
para que los perros viajen en este medio de transporte. Y tengo que confesar mi
envidia por esto.
Ya en territorio español iniciamos el regreso acompañados de un fuerte
viento frío que hizo el paseo algo desagradable.
A las 14 horas decidimos dirigirnos a La Alcaidesa, a un aparcamiento
de park4night. Y si nos gustaba nos podríamos
quedar a pasar la noche, y si no, comeríamos y buscaríamos el siguiente.
Y el sitio no nos gustó mucho. Asfaltado pero con la playa abajo del
todo así que comimos y pusimos rumbo al siguiente que ya habíamos visto al venir,
en una gran playa, pero Angel se fija justo frente a nosotros y ve una
autocaravana, al otro lado de donde nos encontramos. El lugar parecía precioso
y tranquilo. Intentamos llegar allí, pero no fue posible. Seguimos las
indicaciones que el navegador nos dio
cuando le marcamos lo que podría ser el lugar aproximado, pero acabamos en una
glorieta en una solitaria urbanización en construcción donde comenzaba un descenso
considerable por una carretera que parecía hacerse cada vez más estrecha. Y ya
habíamos tenido suficiente con lo de ayer así que desistimos y pusimos rumbo a esta enorme playa.
Pero una vez allí comprobamos
que el mar estaba a bastante distancia y que lo veíamos a lo lejos. Sin duda
había sido mejor sitio el de la noche anterior y ni cortos ni perezosos, allí
decidimos regresar ya que tan solo 15 km nos separaban.
Cuando llegamos no había nadie. El viento frio había disuadido a los
pescadores y a las 19,30, ya noche
cerrada, ninguna autocaravana había llegado para hacernos compañía. Pero no nos
importó. Mañana a ver que día amanecía. Ojalá las nubes me permitieran
disfrutar del amanecer. Me he hecho adicta a ellos. Tengo una autentica
colección de fotografías de amaneceres en distintos lugares. -También de ocasos
pero sigo reconociendo que la belleza de los amaneceres es superior. También intentaremos dar un breve paseo por
la playa para después iniciar el regreso a casa para celebrar la noche vieja
con nuestros hijos.
Por la radio oímos que había aviso de temporal en la costa, así que
prudentemente nos alejamos unos metros más de ella. Pero la noche transcurrió
sin mayores problemas y la mañana siguiente comenzó a clarear con nubes pero
iba a ser posible disfrutar de un bonito amanecer, así que acercamos la
autocaravana unos metros hacia el mar y desde fuera, bien abrigada, contemplé
una vez más otro hermoso amanecer sobre el mar. Y es que tienen una magia
especial, siempre lo diré.
Los tonos rojizos, transformándose lentamente en
dorados y estos a la vez en amarillos, el disco solar emergiendo de un oscuro
fondo marino, marcando la línea del horizonte…y la luz que poco a poco lo va
llenando todo. Es auténtica magia. Y tengo la gran suerte de disfrutarla.
Y…regresamos a casa (30 de diciembre)